Es por tu bien

Gerardo se levantó de la silla hacia el despacho del jefe de sección. A diferencia de los demás, el cubículo de su superior estaba acristalado, algo poco íntimo de no ser por las cortinas permanentemente echadas. Era la primera vez que entraba en aquél espacio.

-Buenos días. Siéntese por favor. -Nunca le habían sonreído así en aquella oficina- Le entrego esta carta que desde dirección le quieren hacer llegar. Usted es uno de los elegidos para salvar la empresa en estos difíciles momentos. Gracias por los servicios prestados y buena suerte. Dada su experiencia y capacidad, estamos seguros de su pronta incorporación en otro puesto de trabajo más adecuado a su nivel. Piense que ya es libre para desarrollar todo su potencial. Es por su bien.

Gerardo recogió sus pocas pertenencias y desapareció por aquel ascensor que tantos días le subió a su puesto. Todavía confuso por la nueva situación en la que se encontraba, buscaba su coche en el parking de la empresa. No estaba. Comentó al guarda de seguridad esta situación. Se lo había llevado la grúa.

- Me comunicaron a primera hora que no trabajabas aquí. Por eso ya no tienes permiso y la policía se lo llevó. No sabía que vendrías hoy. Pensé que lo habías dejado ayer y hoy estarías en casa. Y pensé que, como el depósito municipal lo tienes cerca, te resultaría más cómodo, ya sabes, por tu bien.

Gerardo llegó a casa fatigado y no dijo nada a su mujer. Picó cuatro cosas y se sentó ante la televisión buscando distracción. Las noticias no eran el mejor programa, pero el mando estaba sobre la mesa y ya no merecía la pena cambiar. El Ministro anunciaba una nueva tasa.

-No se alarmen los ahorradores a los que se les descontará entorno al 50% de su valor, pues se destinará a los servicios sociales que todos queremos garantizar para nuestra población. No se preocupen, no son medidas que nos gusten tomar, pero es por su bien.

Gerardo tuvo ganas de ir al baño. Su vejiga dijo basta. Una vez vaciada, la falta de líquido despertó su conciencia, recordando el deber de comunicar a su esposa la situación laboral. Cuando la encontró, ella ya lo esperaba sentada en la cocina.

-Tenemos que hablar.

La mujer le comentó que llevaba mucho tiempo madurando una idea. Esa relación no la llenaba, había conocido a otro hombre en su mismo puesto de trabajo y que, tal vez, lo mejor era dejar de vivir juntos.

- Te mereces algo mejor que yo. Siento que no te merezco. Dejarte libre creo que es lo mejor y así no te haré más daño. Es por tu bien.

Gerardo abandonó la casa y se dirigió hacia un hotel en el que pasar la noche. Seleccionado el local, cruzó la calle admirado por su decoración lumínica, sin atender a la única luz en la que debería haberse fijado. La del semáforo. Un taxi lo atropelló, dejándolo inmóvil pero consciente. Los policías fueron los primeros en llegar, de hecho lo presenciaron todo desde la cafetería aledaña al hotel. Dada su infracción, procedieron a llamar a urgencias y cobrarle la pertinente multa por medio de la tarjeta de crédito que portaba en la cartera del bolsillo derecho.

- ¿Me oye caballero? Le van a llevar al hospital, pero ya le hemos cobrado la multa. Así se ahorra el papeleo posterior, ¿vale?. Es por su bien.

Gerardo fue operado con urgencia. Su situación no parece la mejor. Los médicos dicen que de esta igual no sale, pero lo mantienen en coma inducido esperando una posible mejora. Cuando el caso llega al director del centro, se le informa sobre las posibilidades de supervivencia, los recursos que absorbe el paciente y los que tiene en el banco.

- Este hombre está en malas condiciones. Intentar su mejora absorbería muchos recursos, privando a otros de la asistencia adecuada. Lo mejor es aplicar la ley de muerte digna, así nos centramos en pacientes más recuperables y le ahorramos el sufrimiento que puede estar padeciendo. Lo haremos por su bien.

Gerardo fue enterrado por la solidaridad. Todo por su bien.

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